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Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 24

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JUAN NEIRA

POR DON JOAQUIN DIAZ GARCES{190-1} ("aNJEL PINO")

(Chile)

Neira era el capataz del fundo de los Sauces, estensa propiedad del sur, con grandes pertenencias de cerro y no escasa dotacion de cuadras planas. Cincuenta anos de activisima existencia de trabajo no habian podido marcar en el otra huella que una leve inclinacion de las espaldas y algunas canas en el abundante pelo negro de su cabeza. Ni bigotes, ni patillas usaba no Neira, como es costumbre en la jente de campo, mostrando su rostro despejado un jesto de decision y de franqueza, que le hacia especialmente simpatico. Soldado del Valdivia en la revolucion del 51,{190-2} y sarjento del Buin en la guerra del 79,{190-3} el capataz Neira tenia un golpe de sable en la nuca y tres balazos en el cuerpo. Alto, desmedidamente alto, ancho de espaldas, a pesar de su inclinacion y de las curvas de sus piernas amoldadas al caballo, podia pasar Neira por un hermoso y escultural modelo de fuerza y de vigor.

Enerjica la voz, decidido el jesto, franca la espresion, que encantadora figura de huaso valiente y leal tenia Neira! Su posesion estaba no lejos de las casas viejas de los Sauces, donde he pasado mui agradables dias de verano con mi amigo, el hijo de los propietarios. La recuerdo como si la viera: un maiten enorme tendia parte de sus ramas sobre la casita blanca con techo de totora; en el corredor, eternamente la Andrea,{191-1} su mujer, lavando en la artesa una ropa mas blanca que la nieve; una montura llena de pellones y amarras colgada sobre un caballete de palo; y dos gansos chillones y provocativos en la puerta, amagando eternamente nuestras medias rojas que parecian indignarles.{191-2}



Cada ano, cuando a vuelta de los examenes llegabamos a las casas de los Sauces, nuestra primera visita era a la Andrea, que suspendia el jabonado de la ropa para lanzar un par de gritos de sorpresa y llorar despues como una chica consentida. Siempre nos encontraba mas altos, mas gordos, mas buenos mozos (con perdon), y concluia por ofrecernos el obsequio de siempre, harina tostada con miel de abejas.

Despues habia que ir{191-3} a buscar a no Neira, seguramente rondando por los cerros. Desde lejos, al recodo del camino, nos conocia el capataz, y pegando espuelas a su mulato, llegaba como un celaje hasta nuestro lado. Que risas, que esclamaciones, que agasajos; a nuestros cigarros correspondia con nidos de perdices que ya con tiempo tenia vistos entre los boldos y teatinas, y comenzaba a preguntarnos de todo, de si habria guerra, de si habiamos concluido la carrera, de si habiamos encontrado novia. Pero lo debemos repetir que aun andabamos de calzon corto, y si no, ahi estaban los gansos de la Andrea que nos dieron mas de un picotazo en las piernas, debilmente defendidas.

Desde nuestra llegada a los Sauces, no Neira no daba un paso sin nosotros: yo a su lado, mi amigo al otro. Que preguntar, y averiguar y curiosear!

Terminaba no Neira de responder y ya le caia una nueva pregunta encima, y si el tenia placer en contestarnos, no lo teniamos menor nosotros en oir su lenguaje espresivo, su peculiar manera de comerse las palabras, y hasta el colorido especial con que lo revestia todo.

Dos anos deje de ir a los Sauces, y cuando ya bachiller en humanidades me lo permitieron mis padres, avise a mi amigo con un telegrama que en el tren espreso de la manana dejaba a Santiago. Al llegar el tren a la estacion, estaba el alli a caballo, con el mio a su lado y el sirviente apretando cuidadosamente la cincha. Un abrazo entusiasta, las preguntas de estilo sobre nuestras familias y a caballo!

--Que llevas ahi?--me pregunto mi amigo, aludiendo a un paquete que asomaba a mi bolsillo...

--Un corvo para no Neira...

--Bien le hubiera venido{192-1} cuando lo asesinaron!

--Como! A no Neira? Es posible?

Y entonces se me escapo una pregunta, la unica que podia hacerse tratandose del valiente capataz:

--Y Neira se dejo asesinar?

--Te lo contare todo--me dijo mi amigo--pero apura el paso porque nos va a pillar la noche en el camino, y en casa estaran con cuidado.

Y tomamos trote por la alameda.

Lo que de mi amigo oi y que me conmovio profundamente, es lo que cuento en seguida, tres anos despues de la muerte de Neira.

no Neira estaba sentenciado. En nuestros campos se da a esta palabra una importancia escepcional. El capataz dio un dia de chicotazos{193-1} a un individuo de mala indole, a quien habia pillado en un robo, negandole en seguida todo trabajo dentro del fundo. Este habia sentenciado a Neira.

--Deja, no mas;--le dijo--algun dia nos encontraremos solos.

Neira se encojio de hombros; bien sabia el que al infeliz no le convenia ponersele solo por delante; lo malo era que buscaria una cuadrilla para asaltarle. Pero en fin, no tenia el en su silla un cuchillo que ya le habia servido muchas veces para defenderse?

Pasaron los dias. Neira no faltaba ninguno a su ronda del cerro y paso a paso regresaba al caer la tarde para llegar hasta la casa del administrador y decir que no habia novedad en el ganado.

Un dia fue al cerro con su hijo mayor, un muchachito de doce anos, con grandes ojos negros, fiel retrato de su padre y fundada esperanza de los patrones de los Sauces. Llevaba al chico por delante de la silla y conversaba con el, mientras mas abajo, en el plan, la vieja Andrea, de cabeza sobre la ropa, la hacia levantar lavaza y blanquisima espuma de jabon, al restregarla entre sus manos.

Llegaba la tarde, y el sol poniente, sin rayos ya y convertido en un disco rojo, se hundia como un rei depuesto. Una desordenada orjia de colores inundaba el horizonte, y el resto del cielo era intensamente azul y limpio de nubes blancas.

Quien no ha visto los cerros chilenos cubiertos de boldos? Un faldeo gris, con manchas doradas de teatinas; algunos quiscos que se levantan como brazos armados; y los boldos del mas oscuro e intenso verde que parecen escalar el cerro como peregrinos haciendo penitencia.

En la plana superficie, no Neira se habia desmontado para apretar la cincha de su mulato y echar una pitada al aire. El chico se habia puesto a andar en busca de algunos guillaves maduros... De repente, Neira creyo notar que un boldo se movia: tomo una piedra pequena y la arrojo.

Un individuo se separo del arbol y comenzo a andar en su direccion silbando alegremente. Una mirada solo basto para hacer comprender a Neira que estaba frente a una emboscada: el ganan que tenia por delante era el que lo habia sentenciado, y no habia sido tan necio para ir solo a buscarlo al cerro. Con una mano se palpo la cintura, y al encontra.r.s.e alli su corvo de los dias de fiesta, saco con la otra la tabaquera, y se puso a liar un cigarro.

--Estabas escondido? ah?--pregunto burlonamente vaciando el tabaco en la hoja de maiz{194-1}...

--Esperandolo,{194-2} no Neira.

--No vendras solo, por supuesto--continuo el capataz--no sois vos{194-3} de los que pelean cara a cara.

--Eso... quien sabe, inor!--y el ganan avanzaba lentamente, como avanza un gato, arrastrandose casi.

--Bueno, parate un poco y dejame pitar este cigarro. Hai tiempo...

El peon se paro. O era admiracion o era miedo; pero el asesino quedo dudando.

Neira chupaba de prisa un cigarro, porque le debia quedar poco tiempo.

El sol apenas asomaba ya un estremo de su disco rojo, que parecia mancha de sangre, y las sombras alargadas de los boldos duplicaban el numero de peregrinos que escalaban el faldeo y parecian apura.r.s.e para que no les pillara la noche en tarea tan pesada.

El cigarro se concluia y Alegria se pasaba la mano por la cintura buscando algo.

--Tu--dijo Neira, tomando del brazo al chico--te pones detras de mi, y no te mueves. Cuidado con llorar!...

Y una mirada lanzada abajo a la llanura lo hizo recordar a la vieja que probablemente colgaba en ese momento la ropa en el cordel...

Despues puso la mano en la cacha de su corvo, enrollo con el otro brazo su poncho negro de Castilla y le dijo al ganan:

--No te espongas, Alegria! Llama a tus amigos. No ensucio mi corvo de los domingos en ti solo.

Un silbido sono y Alegria volvio la cabeza para ver si estaban todos.{195-1} Cinco hombres caminaban subiendo a saltos, y buscandose los cuchillos en la cintura.

--no Neira, le ha llegao{195-2} su hora.

--Y la tuya tamien, cobarde...

Y de un salto todos estuvieron encima del capataz que se echo atras y levanto el brazo en que tenia envuelto su poncho.

En ese instante el crepusculo invadia con su indeciso y vago resplandor las cosas todas haciendo ya dificil distinguir los objetos. Neira, con los ojos fruncidos para ver mejor, se coloco de un salto fuera de este circulo en que alevosamente le podian matar como un perro, pensando en defender su espalda y ese pedazo de su corazon que tras de ella se refujiaba llorando a gritos.

Alegria logra alcanzarle un brazo con la punta del cuchillo, al mismo tiempo que otro de los bandidos le estrella el suyo en las costillas.

Neira se contenta con defenderse barajando los golpes. De repente el viejo capataz se trasforma, es el soldado del Valdivia y el sarjento del Buin, las dos heridas le arden y lo irritan como a un toro bravo, y en vez de huir del circulo que lo quiere estrechar, salta adelante y hace silbar el aire con la mas fiera de las cuchilladas que ha dado brazo chileno.

Uno de los bandidos se desploma y cae, y la furia de los otros se duplica en medio de rujidos, amenazas e insultos. Neira es una fiera; tan p.r.o.nto acomete como se defiende; ya la batalla es silenciosa y solo se siente el ronquido del que agoniza y el aliento jadeante y cortado de los que se acuchillan. Todos estan tan juntos que cada cuchillada de ellos encuentra por delante la vigorosa carne de Neira, y todo avance del heroico capataz abre un vientre o rasga un pecho.

En el momento en que las sombras se hacen mas densas, surje de abajo del llano una voz que todos han oido con la cabeza descubierta... Es la campanilla del fundo que toca el Angelus, y que el viento hace aparecer a ratos como un jemido y a ratos como una voz de mujer que llama.

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