Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories - LightNovelsOnl.com
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--Sabe V. que tiene razon? Si no hubiera sido por la muneca, no nos hubieramos conocido... ni seria V. mi novio;... porque tengo otro...
--Como otro?
--Es decir, ya no lo tengo: lo tenia... Es un primo que esta empenado en que le he de querer a la fuerza... No vaya V. a creer que es feo... al contrario, es guapo... pero a mi no me gusta... No lo puedo remediar. Le dije que si,{22-2} porque me dio lastima un dia que se echo a llorar.
Mientras conversabamos de esta suerte ibamos caminando sosegadamente por las calles. Para evitar el encuentro con cualquier pariente o conocido de la nina, procure seguir las menos princ.i.p.ales. Teresa iba cogida{22-3} a mi brazo como al de un antiguo amigo, hablando sin cesar, riendo, sacudiendome a veces fuertemente y deteniendose a lo mejor delante de un escaparate, para hacerme mirar cualquier chucheria. Su charla era un gorjeo dulce, insinuante, que me conmovia y refrescaba el corazon. a impulso de ella se fue{22-4} disipando poco a poco el tropel de pensamientos perfidos que vagaba por mi cabeza. Sin saber de que modo, tambien desaparecieron todos mis temores; me figuraba que aquella nina tenia algun parentesco conmigo, y no hallaba extraordinaria y peligrosa nuestra situacion como al principio. Su inocencia era un velo espeso, que nos impedia ver el riesgo que corriamos.
En poco tiempo me conto una infinidad de cosas. Era de Jerez; no hacia mas que un ano que estaban{23-1} en Madrid establecidos; su papa ocupaba un alto empleo; tenia dos hermanitos y una hermanita. Acerca del caracter y costumbres de cada uno de ellos se extendio considerablemente; la hermanita era muy buena nina, amable y obediente; pero los chicos insufribles; todo el dia gritando, ensuciando la casa y peleandose. Su mama le habia dado jurisdiccion sobre ellos hasta para castigarles, pero no queria usar de ella porque tenia miedo de que le perdiesen el carino:{23-2} que la mama se arreglara como pudiese.{23-3} Despues hablo del papa, que era muy serio, pero muy bueno; lo unico que la tenia apesadumbrada era que parecia querer mas a los chicos que a ellas.{23-4} La mama, en cambio, mostraba predileccion por las ninas. Hablo despues de las primas de la calle de Fuencarral; una era muy bonita, la otra graciosa solamente: las dos tenian novio, pero no valian{23-5} cuatro cuartos: chiquillos que todavia estudiaban en el Inst.i.tuto. Tenian, ademas, un hermano, que era el primo que habia sido su novio; este ya era bachiller y se estaba preparando para entrar en el colegio de Artilleria. De vez en cuando, en los cortos intervalos de silencio, levantaba graciosamente la cabeza, preguntandome:
--Va V. a gusto conmigo? Le es...o...b..?
Y cuando me oia protestar vivamente contra semejante duda, su rostro expresivo se iluminaba de alegria y continuaba hablando.
Habiamos recorrido algunas calles. Ya puede V. imagina.r.s.e que yo iba gozando como los angeles en el paraiso y pendiente de los labios de aquella nina, que al referirme todas las nonadas infantiles de su vida, parecia infundir en mi alma encantada la ciencia de la dicha. Sin embargo, no podia desechar cierta vaga inquietud que turbaba mi alegria.
Buscando manera de pasar las horas de que disponiamos mas dignamente que vagando por las calles, tropezamos al bajar la cuesta de Santo Domingo con el Teatro Real. Al instante se me ocurrio la idea de entrar. Teresa la acepto inmediatamente, y a fin de que no reparasen en nosotros, tomamos entradas de paraiso. Se cantaba _Los Puritanos_, y aquel{24-1} rebosaba de gente; de suerte que nos costo algun trabajo introducirnos y escalar uno de los rincones; pero al cabo llegamos. Teresa se encontro admirablemente{24-2} y me pagaba los trabajos que habia pasado para llevarla hasta alli con mil sonrisas y palabras amables. Mientras subian el telon seguimos charlando, aunque muy bajito: se habia establecido entre nosotros una gran intimidad, y me abandono una de sus manos que yo acariciaba embelesado. Cuando empezo la opera, dejo de charlar y se puso a atender tan decididamente, que a mi me hizo sonreir el verla{24-3} con la cabecita apoyada en la pared y los ojos extaticos. Sabia musica, pero habia ido al teatro pocas veces; asi que las melodias inspiradas de la opera de Bellini le causaban profunda impresion, que se traducia por un leve temblor de las pupilas y los labios. Cuando llego el sublime canto del tenor que empieza _A te, oh cara_,{24-4} me apreto con fuerza la mano exclamando por lo bajo:--Oh que hermoso! oh que hermoso! Despues me hizo explicarle lo que pasaba en la escena: hallo el matrimonio del tenor y la tiple muy proporcionado, pero compadecia de veras al baritono, a quien birlaban la novia; quedo sumamente disgustada cuando al fin del acto el tenor se ve en la precision de acompanar a la reina y dejar abandonada a su futura, y declaro resueltamente que esta era una conducta indigna.
--Pero advierta V. que estaba obligado a hacerlo porque era su reina quien se lo pedia.
--No importa, no importa; si la quisiera bien, no hay reina que valga.{25-1} Lo primero siempre es la novia.
No me fue posible arrancarle tan extrana teoria de la cabeza. Despues que bajo el telon, permanecimos en el mismo sitio y me obligo a contarle mi vida y milagros, cuantas novias habia tenido, a quien habia querido mas, etc., etc. Ya comprendera usted que necesite ensartar un sin fin de patranas. Despues, sin motivo alguno serio, manifesto rotundamente que todos los hombres eran ingratos. Yo me atrevi a apuntar que habia excepciones, pero no fue posible hacerselo reconocer.{25-2}--Usted sera lo mismo que todos (anuncio en tono profetico y mirando a un punto del es.p.a.cio); me querra V. un poco de tiempo, y despues... si te vi, no me acuerdo.{25-3}
Que rato tan delicioso y tan infernal a la vez me estaba haciendo pasar aquella nina! Para llevar la conversacion a otro punto,{25-4} le pregunte:
--Cuantos anos tiene V.? Hasta ahora no me lo ha dicho.
--Tengo... tengo... mire V., yo siempre digo que tengo catorce, pero la verdad es que no tengo mas que trece y dos meses... y V.?
--Una atrocidad! No me lo pregunte usted, que me da verguenza.
--Ah que presuntuoso! Si yo le he de querer lo mismo que tenga muchos que pocos!{25-5}
En seguida me propuso que nos tratasemos de tu,{26-1} pero despues de aceptado{26-2} se volvio atras ofreciendome que yo la tratase de tu y ella siguiese con el V. No quise conformarme.
--Pues mire V., yo no puedo hablarle de tu; me da mucha verguenza...
Pero, en fin, vamos a ensayar.
Del ensayo resulto que para evitar el p.r.o.nombre daba la pobrecilla infinidad de rodeos y se metia en una serie interminable de perifrasis: si se aventuraba a dirigirme un tu, lo hacia bajando la voz y pasando como sobre ascuas.
Cuando empezo el segundo acto, volvio a escuchar atentamente. Mis ojos no se apartaban casi nunca de su rostro: ella entornaba a menudo los suyos para dirigirme una sonrisa apretando al mismo tiempo mi mano.
Observe, no obstante, que se habia amortiguado un poco la viva expresion de su fisonomia y que iba perdiendo aquella graciosa volubilidad del principio.{26-3} Las sonrisas de sus labios se fueron haciendo tristes, y por la candida frente paso una raf.a.ga de inquietud que comunico a su lindo rostro infantil cierta grave expresion que no tenia. Parecia que en virtud de un misterioso movimiento de su espiritu, la nina se transformaba en mujer en pocos instantes. Dejo de apretar mi mano y hasta retiro la suya: volvi a cogerla disimuladamente, pero al poco tiempo la retiro de nuevo.
El segundo acto habia terminado. Al baja.r.s.e el telon me hizo mirar el reloj, y viendo las once, dijo que era necesario partir en seguida, porque a las once y media, a mas tardar, iba el criado a buscarla.
Salimos del teatro. La noche seguia tibia y estrellada: a la puerta aguardaba una larga fila de coches, que nos fue preciso evitar. Ya no habia en las calles el movimiento de las primeras horas, pero con todo, seguimos las mas solitarias. Teresa no quiso aceptar mi brazo como antes. Entonces me toco llevar la voz cantante, y le dije al oido mil requiebros y ternezas, explicandola por menudo el amor que me habia inspirado y lo que habia sufrido en los dias en que no pase por su calle: recordele todos los pormenores, hasta los mas insignificantes, de nuestro conocimiento visual y epistolar, y le di cuenta de los vestidos que le habia visto{27-1} y de los adornos, a fin de que comprendiese la profunda impresion que me habia causado. Nada replicaba a mi discurso; seguia caminando cabizbaja y preocupada, formando su act.i.tud notable contraste con la que tenia tres horas antes al pasar por los mismos sitios. Cuando me detuve un instante a respirar, exclamo sin mirarme:
--Hice una cosa muy mala, muy mala. Dios mio, si lo supiese papa!
Trate de probarle que su papa no podia entera.r.s.e de nada, porque llegariamos demasiado temprano.
--De todas maneras, aunque papa no se entere, hice una cosa muy mala.
Usted bien lo sabe, pero no quiere decirlo. No es verdad que una nina bien educada no haria lo que yo hice esta noche?... Si lo supiesen mis primas, que estan deseando siempre cogerme en alguna falta!... Pero no piense V..., por Dios, que lo he hecho con mala intencion... Yo soy muy at.u.r.dida... todo el mundo lo dice... pero tambien dicen que tengo buen fondo.
Al proferir estas palabras se le habia ido anudando la voz en la garganta,{28-1} hasta que se echo a llorar perdidamente. Me costo mucho trabajo calmarla, pero al fin lo consegui elogiando su caracter franco y sencillo y su buen corazon, y prometiendo quererla y respetarla siempre.
Me hizo jurar una docena de veces que no pensaba nada malo de ella.
Despues de seca.r.s.e las lagrimas recobro su alegria y comenzo a charlar por los codos. Me expuso en pocos instantes una infinidad de proyectos a cual mas absurdos. Segun ella, debia presentarme al dia siguiente en casa, y pedirle al papa su mano: el papa diria que era muy nina, pero yo debia replicarle inmediatamente que no importaba nada: el papa insistiria en que era demasiado p.r.o.nto, pero yo le presentaria el ejemplo de una tia, hermana de su mama, que estaba jugando a las munecas cuando la avisaron para ir a casa.r.s.e. Que habia de oponer a este poderoso argumento? Nada seguramente. Nos casariamos, y acto continuo nos iriamos a Jerez, para que conociese a sus amigas y a sus tios. Que susto llevarian todos al verla del brazo de un caballero, y mucho mas, cuando supieran que este caballero era su marido!
Estaba tan linda, tan graciosa, que no pude menos de pedirle con vehemencia que me permitiese darle un beso. No fue posible. Ningun hombre la habia besado hasta entonces; solamente su primo le habia dado un beso a traicion, pero le costo caro, porque le dejo caer dos vasos de limon sobre la cabeza: hasta en los juegos de prendas hacia que pusieran las manos delante,{28-2} para que no le tocasen la cara con los labios.
Pero cuando estuviesemos casados, ya seria otra cosa; entonces todos los besos que se me antojaran, aunque sospechaba que no se los pediria con tanto ardor como ahora.
Estabamos proximos ya a su casa. Los carruajes de la gente que volvia de las tertulias, al cruzar a nuestro lado, apagaban la voz de Teresa y le obligaban a esforzarla un poco. Las estrellas desde el cielo nos hacian guinos, como si nos invitasen a gozar apresuradamente de aquellos momentos felices, que no habian de volver. a lo lejos solo se veian, como fuegos fatuos, los faroles de los serenos.
Llegamos por fin a casa. Delante de la puerta, Teresa volvio a hacerme jurar que no pensaba nada malo de ella, y que al dia siguiente a las dos en punto de la tarde, me presentaria debajo de sus balcones.
--Cuidado que no faltes.
--No faltare, preciosa.
--a las dos en punto?
--a las dos en punto.
--Llama ahora con un golpe a la puerta.
Cogi la aldaba y di un golpe fuerte. Al poco rato se oyeron los pasos del portero.
--Ahora--dijo en voz bajita y temblorosa--dame un beso y escapate de prisa.
Al mismo tiempo me presentaba su candida y rosada mejilla. Yo la tome entre las manos y la aplique un beso... dos... tres... cuatro... todos los que pude hasta que oi rechinar la llave. Y me aleje a paso largo.
Dejo de hablar D. Ramon.
--Y despues, que sucedio?--le pregunte con vivo interes.
--Nada, que aquella noche no pude dormir de{29-1} remordimientos y al dia siguiente tome el tren para mi pueblo.
--Sin ver a Teresa?
--Sin ver a Teresa.
LA BUENAVENTURA
POR DON PEDRO ANTONIO DE ALARCoN{30-1}
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