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Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 18

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--El vino, P. Prior... verdaderamente... no tiene nada... que ha de tener?... Nada... Mas... digamos que... conviene distinguir... El vino sera bueno, es muy bueno... pero... mis companeros... los frailes... son unos ca.n.a.llas.

EL CASTELLANO VIEJO

POR DON MARIANO JOSe DE LARRA{132-1}

Ya en mi edad pocas veces gusto de alterar el orden que en mi manera de vivir tengo hace tiempo establecido, y fundo esta repugnancia en que no he abandonado mis lares ni un solo dia para quebrantar mi sistema, sin que haya sucedido el arrepentimiento mas sincero al desvanecimiento de mis enganadas esperanzas. Un resto, con todo eso, del antiguo ceremonial que en su trato tenian adoptado nuestros padres, me obliga a aceptar a veces ciertos convites a que pareceria el nega.r.s.e{132-2} groseria, o por lo menos ridicula afectacion de delicadeza.

Andabame dias pasados por esas calles a buscar materiales para mis articulos. Embebido en mis pensamientos, me sorprendi varias veces a mi mismo riendo como un pobre hombre de mis propias ideas, y moviendo maquinalmente los labios: algun tropezon me recordaba de cuando en cuando que para andar por el empedrado de Madrid no es la mejor circunstancia la de ser poeta ni filosofo; mas de una sonrisa maligna, mas de un gesto de admiracion de los que a mi lado pasaban, me hacia reflexionar que los soliloquios no se deben hacer en publico; y no pocos encontrones que al volver las esquinas di con quien tan distraida y rapidamente como yo las doblaba,{132-3} me hicieron conocer que los distraidos no entran en el numero de los cuerpos elasticos, y mucho menos de los seres gloriosos e impasibles. En semejante situacion de espiritu que sensacion no deberia producirme una horrible palmada que una gran mano, pegada (a lo que por entonces entendi) a un grandisimo brazo, vino a descargar sobre uno de mis hombros, que por desgracia no tienen punto alguno de semejanza con los de Atlante?



No queriendo dar a entender que desconocia este energico modo de anuncia.r.s.e, ni desairar el agasajo de quien sin duda habia creido hacermele mas que mediano, dejandome torcido para todo el dia, trate solo de volverme por conocer quien fuese tan mi amigo para tratarme tan mal; pero mi castellano viejo es hombre que cuando esta de gracias no se ha de dejar ninguna en el tintero.{133-1} Como dira el lector que siguio dandome pruebas de confianza y carino? Echome las manos a los ojos, y sujetandome por detras,--Quien soy? gritaba, alborozado con el buen exito de su delicada travesura. Quien soy?--Un animal, iba a responderle; pero me acorde de repente de quien podria ser, y sust.i.tuyendo cantidades iguales,--_Braulio eres_, le dije. Al oirme, suelta sus manos, rie, se aprieta los ijares, alborota la calle, y ponenos a entrambos en escena.--Bien, mi amigo! Pues en que me has conocido?--Quien pudiera sino tu...--Has venido ya de tu Vizcaya?--No, Braulio, no he venido.--Siempre el mismo genio. Que quieres? es la pregunta del espanol. Cuanto me alegro de que estes aqui! Sabes que manana son mis dias?--Te los deseo muy felices.--Dejate de c.u.mplimientos entre nosotros; ya sabes que yo soy franco y castellano viejo: el pan pan, y el vino vino;{133-2} por consiguiente exijo de ti que no vayas a darmelos; pero estas convidado.--a que?.--a comer conmigo.--No es posible.--No hay remedio.--No puedo, insisto temblando.--No puedes?--Gracias.--Gracias? Vete a paseo;{134-1} amigo, como no soy el duque de F., ni el conde de P... Quien se resiste a una sorpresa de esa especie? Quien quiere parecer vano?--No es eso, sino que...--Pues si no es eso, me interrumpe, te espero a las dos; en casa se come a la espanola;{134-2} temprano. Tengo mucha gente: tendremos al famoso X., que nos improvisara de lo lindo;{134-3} T. nos cantara de sobremesa una rondena con su gracia natural; y por la noche J. cantara y tocara alguna cosilla.

Esto me consolo algun tanto, y fue preciso ceder: un dia malo, dije para mi, cualquiera lo pasa;{134-4} en este mundo para conservar amigos es preciso tener el valor de aguantar sus obsequios.--No faltaras si no quieres que rinamos.--No faltare, dije con voz exanime y animo decaido, como el zorro que se revuelve inutilmente dentro de la trampa donde se ha dejado coger.--Pues hasta manana; y me dio un torniscon por despedida. Vile{134-5} marchar, como el labrador ve aleja.r.s.e la nube de su sembrado,{134-6} y quedeme discurriendo como podian entenderse estas amistades tan hostiles y tan funestas.

Ya habra conocido el lector, siendo tan perspicaz como yo le imagino, que mi amigo Braulio esta muy lejos de pertenecer a lo que se llama gran mundo y sociedad de buen tono; pero no es tampoco un hombre de la clase inferior, puesto que es un empleado de los de segundo orden, que reune entre su sueldo y su hacienda cuarenta mil reales de renta;{134-7} que tiene una cint.i.ta atada al ojal y una crucecita a la sombra de la solapa; que es persona, en fin, cuya clase, familia y comodidades de ninguna manera se oponen a que tuviese una educacion mas escogida y modales mas suaves e insinuantes. Mas la vanidad le ha sorprendido por donde ha sorprendido casi siempre a toda o la mayor parte de nuestra clase media y a toda nuestra clase baja. Es tal su patriotismo, que dara todas las lindezas del extranjero por un dedo de su pais. Esta ceguedad le hace adoptar todas las responsabilidades de tan inconsiderado carino: de paso que defiende que no hay vinos como los espanoles, en lo cual bien puede tener razon, defiende que no hay educacion como la espanola, en lo cual bien pudiera no tenerla; a trueque de defender que el cielo de Madrid es purisimo, defendera que nuestras manolas son las mas encantadoras de todas las mujeres; es un hombre, en fin, que vive de exclusivas, a quien le sucede poco mas o menos lo que a una parienta mia, que se muere por las jorobas, solo porque tuvo un querido que llevaba una excrescencia bastante visible sobre entrambos omoplatos.

No hay que hablarle, pues, de estos usos sociales, de estos respetos mutuos, de estas reticencias urbanas, de esa delicadeza de trato, que establece entre los hombres una preciosa armonia, diciendo solo lo que debe agradar y callando siempre lo que puede ofender. El se muere _por plantarle una fresca al lucero del alba_,{135-1} como suele decir, y cuando tiene un resentimiento, _se le espeta a uno cara a cara_:{135-2} como tiene trocados todos los frenos, dice de los c.u.mplimientos que ya sabe lo que quiere decir _c.u.mplo y miento_;{135-3} llama a la urbanidad hipocresia, y a la decencia monadas; a toda cosa buena le aplica un mal apodo; el lenguaje de la finura es para el poco mas que griego; cree que toda la crianza esta reducida a decir _Dios guarde a ustedes_ al entrar en una sala, y anadir _con permiso de usted_ cada vez que se mueve, a preguntar a cada uno por toda su familia, y a despedirse de todo el mundo; cosas todas que asi se guardara el de olvidarlas, como de tener pacto con franceses.{136-1} En conclusion, hombre de estos que no saben levanta.r.s.e para despedirse sino en corporacion con alguno o algunos otros; que han de dejar humildemente debajo de una mesa su sombrero, que llaman _su cabeza_; y que cuando se hallan en sociedad, por desgracia, sin un socorrido baston, darian cualquier cosa por no tener manos ni brazos, porque en realidad no saben donde ponerlos, ni que cosa se puede hacer con los brazos en una sociedad.

Llegaron las dos, y como yo conocia ya a mi Braulio, no me parecio conveniente acicalarme demasiado para ir a comer; estoy seguro de que se hubiera picado: no quise sin embargo excusar un frac de color y un panuelo blanco, cosa indispensable en un dia de dias en semejantes casas. Vestime sobre todo lo mas des.p.a.cio que me fue posible, como se reconcilia al pie del suplicio el infeliz reo, que quisiera tener cien pecados mas cometidos que contar para ganar tiempo: era citado a las dos, y entre en la sala a las dos y media.

No quiero hablar de las infinitas visitas ceremoniosas que antes de la hora de comer entraron y salieron en aquella casa, entre las cuales no eran de despreciar todos los empleados de su oficina, con sus senoras y sus ninos, y sus capas, y sus paraguas, y sus chanclos, y sus perritos; dejome en blanco los necios c.u.mplimientos que dijeron al senor de los dias; no hablo del inmenso circulo con que guarnecia la sala el concurso de tantas personas heterogeneas, que hablaron de que el tiempo iba a mudar, y de que en invierno suele hacer mas frio que en verano.

Vengamos al caso: dieron las cuatro y nos hallamos solos los convidados.{137-1} Desgraciadamente para mi, el senor de X., que debia divertirnos tanto, gran conocedor de esta clase de convites, habia tenido la habilidad de ponerse malo aquella manana; el famoso T. se hallaba oportunamente comprometido para otro convite; y la senorita, que tan bien habia de cantar y tocar, estaba ronca en tal disposicion que se asombraba ella misma de que se le entendiese una sola palabra,{137-2} y tenia un panadizo en un dedo. Cuantas esperanzas desvanecidas!

--Supuesto que estamos los que hemos de comer,{137-3} exclamo Don Braulio, vamos a la mesa, querida mia.--Espera un momento, le contesto su esposa casi al oido; con tanta visita yo he faltado algunos momentos de alla dentro y...--Bien, pero mira que son las cuatro...--Al instante comeremos.

Las cinco eran cuando nos sentabamos a la mesa.--Senores, dijo el Anfitrion al vernos t.i.tubear en nuestras respectivas colocaciones, exijo la mayor franqueza: en mi casa no se usan c.u.mplimientos. Ah!

Figaro,{137-4} quiero que estes con toda comodidad: eres poeta, y ademas estos senores, que saben nuestras intimas relaciones, no se ofenderan si te prefiero; quitate el frac, no sea que le manches.--Que tengo de manchar? le respondi mordiendome los labios.--No importa, te dare una chaqueta mia; siento que no haya para todos.--No hay necesidad.--Oh! si, si, mi chaqueta! Toma, mirala: un poco ancha te vendra.--Pero, Braulio....--No hay remedio; no te andes con etiquetas.

En esto me quita el mismo el frac, _velis nolis_, y quedo sepultado en una c.u.mplida chaqueta rayada, por la cual solo asomaba los pies y la cabeza, y cuyas mangas no me permitirian comer probablemente. Dile las gracias; al fin el hombre creia hacerme un obsequio.

Los dias en que mi amigo no tiene convidados se contenta con una mesa baja, poco mas que banqueta de zapatero, porque el y su mujer, como dice, para que quieren mas? Desde la tal mesita, y como se sube el agua del pozo, hace subir la comida hasta la boca, adonde llega goteando despues de una larga travesia; porque pensar que estas gentes han de tener una mesa regular, y estar comodos{138-1} todos los dias del ano, es pensar en lo excusado. Ya se concibe, pues, que la instalacion de una gran mesa de convite era un acontecimiento en aquella casa; asi que se habia creido capaz de contener catorce personas, que eramos, una mesa donde apenas podrian comer ocho comodamente. Hubimos de sentarnos de medio lado, como quien va a arrimar el hombro a la comida, y entablaron los codos de los convidados intimas relaciones entre si con la mas fraternal inteligencia del mundo. Colocaronme por mucha distincion entre un nino de cinco anos, encaramado en unas almohadas que era preciso enderezar a cada momento porque las ladeaba la natural turbulencia de mi joven _a latere_, y entre{138-2} uno de esos hombres que ocupan en el mundo el es.p.a.cio y sitio de tres, cuya corpulencia por todos lados se salia de madre de la unica silla en que se hallaba sentado, digamoslo asi, como en la punta de una aguja. Desdoblaronse silenciosamente las servilletas, nuevas a la verdad, porque tampoco eran muebles en uso para todos los dias, y fueron izadas por todos aquellos buenos senores a los ojales de sus fraques como cuerpos intermedios entre las salsas y las solapas.

--Ustedes haran penitencia, senores, exclamo el Anfitrion una vez sentado; pero hay que hacerse cargo de que no estamos en Genieys:--frase que creyo preciso decir. Necia afectacion es esta, si es mentira, dije yo para mi; y si verdad, gran torpeza convidar a los amigos a hacer penitencia. Desgraciadamente no tarde mucho en conocer que habia en aquella expresion mas verdad de lo que mi buen Braulio se figuraba.

Interminables y de mal gusto fueron los c.u.mplimientos con que para dar y recibir cada plato nos aburrimos unos a otros.--Sirvase usted.--Hagame usted el favor.--De ninguna manera.--No lo recibire.--Paselo usted a la senora.--Esta bien ahi.--Perdone usted.--Gracias.--Sin etiqueta, senores, exclamo Braulio, y se echo el primero con su propia cuchara.

Sucedio a la sopa un cocido surtido de todas las sabrosas impertinencias de este engorrosisimo, aunque buen plato: cruza por aqui la carne; por alla la verdura; aca los garbanzos; alla el jamon; la gallina por derecha; por medio el tocino; por izquierda los embuchados de Extremadura. Siguiole un plato de ternera mechada, que Dios maldiga,{139-1} y a este otro y otros, y otros; mitad traidos de la fonda, que es...o...b..sta para que excusemos hacer su elogio; mitad hechos en casa por la criada de todos los dias, por una vizcaina auxiliar tomada al intento para aquella festividad, y por el ama de la casa, que en semejantes ocasiones debe estar en todo, y por consiguiente suele no estar en nada.

--Este plato hay que disimularle, decia esta de unos pichones; estan un poco quemados.--Pero, mujer...--Hombre, me aparte un momento, y ya sabes lo que son las criadas.--Que lastima que este pavo no haya estado media hora mas al fuego! se puso algo tarde.--No les parece a ustedes que esta algo ahumado este estofado?--Que quieres? una no puede estar en todo.--Oh, esta excelente, exclamabamos todos dejandonoslo en el plato, excelente!--Este pescado esta pasado.--Pues en el des.p.a.cho de la diligencia del fresco dijeron que acababa de llegar; el criado es tan bruto!--De donde se ha traido este vino?--En eso no tienes razon, porque es...--Es malisimo.

Estos dialogos cortos iban exornados con una infinidad de miradas furtivas del marido para advertirle continuamente a su mujer alguna negligencia, queriendo darnos a entender entrambos a dos que estaban muy al corriente de todas las formulas que en semejantes casos se reputan en finura, y que todas las torpezas eran hijas de los criados, que nunca han de aprender a servir. Pero estas negligencias se repetian tan a menudo, servian tan poco ya las miradas, que le fue preciso al marido recurrir a los pellizcos y a los pisotones; y ya la senora, que a duras penas habia podido hacerse superior hasta entonces a las persecuciones de su esposo, tenia la faz encendida y los ojos llorosos.--Senora, no se incomode usted por eso, le dijo el que a su lado tenia.--Ah! les aseguro a ustedes que no vuelvo a hacer estas cosas en casa; ustedes no saben lo que es esto; otra vez, Braulio, iremos a la fonda y no tendras...--Usted, senora mia, hara lo que...--Braulio! Braulio!

Una tormenta espantosa estaba a punto de estallar; empero todos los convidados a porfia probamos a aplacar aquellas disputas, hijas del deseo de dar a entender la mayor delicadeza, para lo cual no fue poca parte la mania de Braulio y la expresion concluyente que dirigio de nuevo a la concurrencia acerca de la inutilidad de los c.u.mplimientos, que asi llama el al estar bien servido y al saber comer. Hay nada mas ridiculo que estas gentes que quieren pasar por finas en medio de la mas crasa ignorancia de los usos sociales, que para obsequiarle le obligan a usted a comer y beber por fuerza y no le dejan medio de hacer su gusto?

Por que habra gentes que solo quieren comer con alguna mas limpieza los dias de dias?

a todo esto, el nino, que a mi izquierda tenia, hacia saltar las aceitunas a un plato de magras con tomate, y una vino a parar a uno de mis ojos, que no volvio a ver claro en todo el dia; y el senor gordo de mi derecha habia tenido la precaucion de ir dejando en el mantel, al lado de mi pan, los huesos de las suyas, y los de las aves que habia roido; el convidado de enfrente, que se preciaba de trinchador, se habia encargado de hacer la autopsia de un capon, o sea gallo, que esto nunca se supo: fuese por la edad avanzada de la victima, fuese por los ningunos conocimientos anatomicos del victimario, jamas parecieron las coyunturas.--Este capon no tiene coyunturas, exclamaba el infeliz sudando y forcejeando, mas como quien cava que como quien trincha. Cosa mas rara! En una de las embestidas resbalo el tenedor sobre el animal como si tuviera escama, y el capon, violentamente despedido, parecio querer tomar su vuelo como en sus tiempos mas felices, y se poso en el mantel tranquilamente como pudiera en un palo de un gallinero.

El susto fue general, y la alarma llego a su colmo cuando un surtidor de caldo, impulsado por el animal furioso, salto a inundar mi limpisima camisa: levantase rapidamente a este punto el trinchador con animo de cazar el ave profuga, y al precipita.r.s.e sobre ella, una botella que tiene a la derecha, con la que tropieza su brazo, abandonando su posicion perpendicular, derrama un abundante cano de Valdepenas sobre el capon y el mantel; corre el vino, aumentase la algazara, llueve la sal sobre el vino para salvar el mantel; para salvar la mesa se ingiere por debajo de el una servilleta, y una eminencia se levanta sobre el teatro de tantas ruinas. Una criada toda azorada retira el capon en el plato de su salsa; al pasar sobre mi hace una pequena inclinacion, y una lluvia malefica de grasa desciende, como el rocio sobre los prados, a dejar eternas huellas en mi pantalon color de perla; la angustia y el at.u.r.dimiento de la criada no conocen termino; retirase atolondrada sin acertar con las excusas; al volverse tropieza con el criado, que traia una docena de platos limpios y una salvilla con las copas para los vinos generosos, y toda aquella maquina viene al suelo con el mas horroroso estruendo y confusion.--Por San Pedro! exclama dando una voz Braulio, difundida ya sobre sus facciones una palidez mortal, al paso que brota fuego el rostro de su esposa.--Pero sigamos, senores, no ha sido nada, anade volviendo en si.

Oh honradas casas, donde un modesto cocido y un principio final const.i.tuyen la felicidad diaria de una familia, huid del tumulto de un convite de dias! Solo la costumbre de comer y servirse bien diariamente puede evitar semejantes destrozos.

Hay mas desgracias? Santo cielo! Si, las hay para mi, infeliz! Dona Juana, la de los dientes negros y amarillos, me alarga de su plato y con su propio tenedor una fineza, que es indispensable aceptar y tragar; el nino se divierte en despedir a los ojos de los concurrentes los huesos disparados de las cerezas; D. Leandro me hace probar el manzanilla exquisito, que he rehusado, en su misma copa, que conserva las indelebles senales de sus labios grasientos; mi gordo fuma ya sin cesar y me hace canon de su chimenea; por fin oh ultima de las desgracias!

crece el alboroto y la conversacion; roncas ya las voces piden versos y decimas, y no hay mas poeta que Figaro.--Es preciso.--Tiene V. que decir algo, claman todos.--Desele pie forzado; que diga una copla a cada uno.--Yo le dare el pie: _a don Braulio en este dia._--Senores, por Dios!--No hay remedio.--En mi vida he improvisado.--No se haga usted el chiquito.--Me marchare.--Cerrar{143-1} la puerta.--No se sale de aqui sin decir algo.

Y digo versos por fin, y vomito disparates, y los celebran, y crece la bulla y el humo y el infierno. a Dios gracias logro escaparme de aquel nuevo _Pandemonio_. Por fin, ya respiro el aire fresco y desembarazado de la calle; ya no hay necios, ya no hay castellanos viejos a mi alrededor.

--Santo Dios! yo te doy gracias, exclamo respirando, como el ciervo que acaba de escapa.r.s.e de una docena de perros, y que oye ya apenas sus ladridos; para de aqui en adelante no te pido riquezas, no te pido empleos, no honores; librame de los convites caseros y de dias de dias: librame de estas casas en que es un convite un acontecimiento; en que solo se pone la mesa decente para los convidados; en que creen hacer obsequios cuando dan mortificaciones; en que se hacen finezas; en que se dicen versos; en que hay ninos; en que hay gordos; en que reina, en fin, la brutal franqueza de los castellanos viejos. Quiero que, si caigo de nuevo en tentaciones semejantes, me falte un _roast-beef_, desaparezca del mundo el _beef-steak_, se anonaden los timbales de macarrones, no haya pavos en Perigueux ni pasteles en Perigord, se sequen los vinedos de Burdeos, y beban en fin todos, menos yo, la deliciosa espuma del Champagne.

Concluida mi deprecacion mental, corro a mi habitacion a despojarme de mi camisa y mi pantalon, reflexionando en mi interior que no son unos todos los hombres, puesto que los de un mismo pais, acaso de un mismo entendimiento, no tienen las mismas costumbres ni la misma delicadeza, cuando ven las cosas de tan distinta manera. Vistome y vuelvo a olvidar tan funesto dia entre el corto numero de gentes que piensan, que viven sujetas al provechoso yugo de una buena educacion libre y desembarazada, y que fingen acaso estima.r.s.e y respeta.r.s.e mutuamente para no incomoda.r.s.e, al paso que las otras hacen ostentacion de incomoda.r.s.e, y se ofenden y se maltratan, queriendose y estimandose tal vez verdaderamente.

EL BESO

POR DON GUSTAVO ADOLFO BeCQUER{145-1}

I

Cuando una parte del ejercito frances se apodero a principios de este siglo{145-2} de la historica Toledo, sus jefes, que no ignoraban el peligro a que se exponian en las poblaciones espanolas diseminandose en alojamientos separados, comenzaron por habilitar para cuarteles los mas grandes y mejores edificios de la ciudad.

Despues de ocupado el suntuoso alcazar{145-3} de Carlos V, echose mano de la casa de Consejos; y cuando esta no pudo contener mas gente, comenzaron a invadir el asilo de las comunidades religiosas, acabando a la postre por transformar en cuadras hasta las iglesias consagradas al culto. En esta conformidad se encontraban las cosas en la poblacion donde tuvo lugar el suceso que voy a referir, cuando una noche, ya a hora bastante avanzada, envueltos en sus obscuros capotes de guerra y ensordeciendo las estrechas y solitarias calles que conducen desde la Puerta del Sol{145-4} a Zocodover,{145-5} con el choque de sus armas y el ruidoso golpear de los cascos de sus corceles que sacaban chispas de los pedernales, entraron en la ciudad hasta unos cien dragones de aquellos altos, arrogantes y fornidos, de que todavia nos hablan con admiracion nuestras abuelas.

Mandaba la fuerza un oficial bastante joven, el cual iba como a distancia de unos treinta pasos de su gente hablando a media voz con otro, tambien militar a lo que podia colegirse por su traje. este, que caminaba a pie delante de su interlocutor, llevando en la mano un farolillo, parecia servirle de guia por entre aquel laberinto de calles obscuras, enmaranadas y revueltas.

--Con verdad, decia el jinete a su acompanante, que si el alojamiento que se nos prepara es tal y como me lo pintas, casi casi seria preferible arrancharnos en el campo o en medio de una plaza.

--Y que quereis, mi capitan? contestole el guia que efectivamente era un sargento aposentador; en el alcazar no cabe ya un grano de trigo cuanto mas{146-1} un hombre; de San Juan de los Reyes{146-2} no digamos, porque hay celda de fraile en la que duermen quince husares. El convento a donde voy a conduciros no era mal local, pero hara cosa de tres o cuatro dias nos cayo aqui como de las nubes una de las columnas volantes que recorren la provincia, y gracias que hemos podido conseguir que se amontonen por los claustros y dejen libre la iglesia.

--En fin, exclamo el oficial despues de un corto silencio y como resignandose con el extrano alojamiento que la casualidad le deparaba, mas vale incomodo que ninguno. De todas maneras, si llueve, que no sera dificil segun se agrupan las nubes, estaremos a cubierto y algo es algo.

Interrumpida la conversacion en este punto, los jinetes, precedidos del guia, siguieron en silencio el camino adelante hasta llegar a una plazuela, en cuyo fondo se destacaba la negra silueta del convento con su torre morisca, su campanario de espadana, su cupula ojival y sus tejados de crestas desiguales y obscuras.

--He aqui vuestro alojamiento, exclamo el aposentador al divisarle y dirigiendose al capitan, que despues que hubo mandado hacer alto a la tropa, echo pie a tierra, tomo el farolillo de manos del guia, y se dirigio hacia el punto que este le senalaba.

Como quiera que la iglesia del convento estaba completamente desmantelada, los soldados que ocupaban el resto del edificio habian creido que las puertas le eran ya poco menos que inutiles, y un tablero hoy, otro manana, habian ido arrancandolas pedazo a pedazo para hacer hogueras con que calenta.r.s.e por las noches.

Nuestro joven oficial no tuvo, pues, que torcer llaves ni descorrer cerrojos para penetrar en el interior del templo.

a la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perdia entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantastica sombra del sargento aposentador que iba precediendole, recorrio la iglesia de arriba abajo y escudrino una por una todas sus desiertas capillas, hasta que una vez hecho cargo del local, mando echar pie a tierra a su gente, y hombres y caballos revueltos, fue acomodandola como mejor pudo.

Segun dejamos dicho, la iglesia estaba completamente desmantelada; en el altar mayor pendian aun de las altas cornisas los rotos jirones del velo con que le habian cubierto los religiosos al abandonar aquel recinto; diseminados por las naves veianse algunos retablos adosados al muro, sin imagenes en las hornacinas; en el coro se dibujaban con un ribete de luz los extranos perfiles de la obscura silleria de alerce; en el pavimento, destrozado en varios puntos, distinguianse aun anchas losas sepulcrales llenas de timbres, escudos y largas inscripciones goticas; y alla a lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y a lo largo del crucero, se destacaban confusamente entre la obscuridad, semejantes a blancos e inmoviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el marmol de sus tumbas, parecian ser los unicos habitantes del ruinoso edificio.

a cualquiera otro menos molido que el oficial de dragones, el cual traia una jornada de catorce leguas en el cuerpo, o menos acostumbrado a ver estos sacrilegios como la cosa mas natural del mundo, hubieranle bastado dos adarmes de imaginacion para no pegar los ojos en toda la noche en aquel obscuro e imponente recinto, donde las blasfemias de los soldados que se quejaban en alta voz del improvisado cuartel, el metalico golpe de sus espuelas que resonaban sobre las antes losas sepulcrales{148-1} del pavimento, el ruido de los caballos que piafaban impacientes, cabeceando y haciendo sonar las cadenas con que estaban sujetos a los pilares, formaban un rumor extrano y temeroso que se dilataba por todo el ambito de la iglesia y se reproducia cada vez mas confuso repetido de eco en eco en sus altas bovedas.

Pero nuestro heroe, aunque joven, estaba ya tan familiarizado con estas peripecias de la vida de campana, que apenas hubo acomodado a su gente, mando colocar un saco de forraje al pie de la grada del presbiterio, y arrebujandose como mejor pudo en su capote y echando la cabeza en el escalon, a los cinco minutos roncaba con mas tranquilidad que el mismo rey Jose{148-2} en su palacio de Madrid.

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